El campeón de una liga suele ser uno de los naturales candidatos a ganar la siguiente. Tiene, para eso, que mantener la base del equipo que dio la vuelta olímpica. El plantel de Racing sufrió la baja de Saravia, por quien aún tienta opciones de reemplazo mientras cuida el lateral el siempre listo Pillud, y la de Pol Fernández; a cambio tuvo el regreso del Pulpo González y la llegada del paraguayo Rojas, a quien ya movió ayer unos minutos, igual que a Barbona. Todavía alista a Walter Montoya, estrella del mercado de pases hace dos temporadas.
Ayer, quedó fuera de la Copa Argentina por segundo año seguido en el primer partido y contra equipos de otra categoría. Sin embargo, un par de signos dan la pauta de que la postulación al bi tiene fundamentos: en el juego fue claramente superior a Boca Unidos a pesar de jugar entre barro y cráteres. Y tras quedar eliminados Lisandro López, uno de los líderes espirituales del campeón, pegó una sacudida hacia adentro: utilizó la palabra “fracaso”, que en el mundo del fútbol es tabú y suele ser emparentada con la peor descalificación, más que con un objetivo no alcanzado.
Su otro líder, Chacho Coudet, hizo la salvedad de que cuando una cancha está en muy mal estado se perjudica más el que juega mejor. Tiene razón: el campo malo tiende a emparejar hacia abajo, afecta más al que tiene más técnica, juego a ras del suelo, mejores intérpretes. Pero el mensaje de Licha fue otro: “la cancha estaba mala para los dos”, no hay que buscar excusas. Así, con esa exigencia, va a mantener en vilo el espíritu del campeón.
Y además, no seguir en la Copa Argentina implica la ventaja objetiva de no dispersar esfuerzos entre competencias, algo de lo que La Acadé ya sacó provecho en la Superliga pasada, cuando varios de sus peores rivales se rompían los cuernos en otros foros. Todos los cañones quedarán, entonces, apuntados al bi.
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